jueves, 4 de septiembre de 2008

'Viaje de las Indias Orientales y Occidentales (Año de 1606)', de Miguel de Jaque de los Ríos de Manzanedo.


Edición, introducción y notas de Ramón Clavijo Provencio y José López Romero.

Historia de dos manuscritos

Los investigadores Ramón Clavijo Provencio y José López Romero hallaron en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Municipal Central de Jerez de la Frontera el Viaje de las Indias Orientales y Occidentales de Miguel de Jaque de los Ríos de Manzanedo. La ubicación del manuscrito (fecha de 1606) era extraña a efectos de clasificación, ya que se encontró en una colección denominada “Folletos varios” en el catálogo de 1894 de José de la Herrán y esta fue la causa de que dicho documento pasara inadvertido para los estudiosos y rastreadores de papeles históricos. Con ese hallazgo comenzó una rigurosa labor de indagación no exenta de cierto aire de misterio. Clavijo y López Romero actuaron con prudencia y metodología científica dilucidando hasta los más ínfimos detalles: datación del legajo; análisis paleográfico; examen filológico y demás aspectos textuales. [Imagen: a la izquierda, Ramón Clavijo; a la derecha, José López Romero]

Sólo existe otra copia del Viaje de Jaque conservada en la Biblioteca Pública de Nueva York. Esta transcripción llegó a dicha ciudad gracias al bibliófilo norteamericano Obadiah Rich, quien durante su larga estancia a principios del XIX en España, donde fue cónsul de su país en Madrid y Valencia, compró la biblioteca de Antonio de Ugina, de la que la mencionada copia era pieza integrante. Una vez en los Estados Unidos, el depósito de Ugina, tras una serie de compras y ventas, llegó a ser poseído por James Lennox, cuya biblioteca sería el arranque de la New York Public Library. De inmediato se procedió al cotejo de ambas redacciones, las cuales presentaban significativas diferencias, hasta alcanzar una hipótesis plausible sobre esta duplicidad. Estaríamos ante dos copias de dos manuscritos distintos. El manuscrito jerezano es el más antiguo y puede ser una enmienda del original (sobre todo las supresiones atribuibles al propio Jaque) realizada por una sola mano, mientras que en el neoyorkino se aprecia la intervención de varios amanuenses y sería una reproducción directa del original. Pero el gran enigma sigue siendo, tal como afirman Clavijo y López Romero: “cómo fue a parar a la Biblioteca Pública Central de Jerez de la Frontera, a partir de 1894, la copia más remota del Viaje de las Indias Orientales y Occidentales, ni qué ha sido de ese supuesto borrador o primera redacción que hiciera D. Miguel de Jaque”.

La recuperación de este libro es un acierto, en toda la extensión del término, porque ofrece un testimonio de primer orden sobre las relaciones de España con sus posesiones orientales en la época del imperio, además de las impresiones personales que el autor recogió en sus andanzas por aquellas lejanas tierras.


Autores de la edición

Ramón Clavijo Provencio es licenciado en Historia y en la actualidad es director de la Biblioteca Municipal Central de Jerez, así como de la Revista de Historia de Jerez, publicada por el Centro de Estudios Históricos Jerezanos. Es autor de numerosos artículos especializados en temas históricos y bibliográficos y de libros como La Biblioteca Municipal de Jerez de la Frontera: 112 años de historia, con un primer catálogo de sus libros reservados (1986), Jerez y los viajeros del XIX (1989) o Manuel Esteve Guerrero. Medio siglo de cultura jerezana, 1925-1975. El arqueólogo, historiador, bibliotecario, dibujante, profesor… (1996), entre otros.

José López Romero es doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua castellana y Literatura en el I. E. S. Padre Luis Coloma de Jerez. Sus quehaceres como investigador giran en torno al diálogo renacentista y a la novela del siglo XIX. Ha publicado muchos artículos en revistas especializadas y libros de los que destacamos: Diálogo en laude de las mugeres (1990), Don Pedro de Vera Mendoza: vida y fortuna de un jerezano en la segunda mitad del siglo XV (1992) o La novela en el siglo XIX en Jerez de la Frontera (2001). Es también miembro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos.

Ambos son académicos de número de la Real de San Dionisio de Jerez de la Frontera.


El alférez don Miguel de Jaque

En la introducción al Viaje, los responsables de su edición aportan algunos datos biográficos esenciales sobre Miguel de Jaque de los Ríos de Manzanedo, natural de Ciudad Rodrigo, y miembro de una ilustre familia de ascendencia francesa por línea paterna. Su nacimiento parece ser que tuvo lugar en 1574, y tanto su gusto por los viajes (ya en edad temprana había recorrido España al servicio del marqués de Astorga) y su inclinación aventurera le llevaron a embarcarse en Sanlúcar de Barrameda, en 1592 y a la edad de dieciocho años, hacia las Indias Orientales en un periplo que duró un sexenio. En 1599 se decide de nuevo a atravesar el Atlántico, en esta ocasión con destino a las Indias Occidentales, para regresar a su patria entre 1604 y 1606. Pero aún hubo una tercera salida, ésta en 1621, con rumbo a las Filipinas. En virtud de un conjunto de averiguaciones, se deduce que Miguel de Jaque debió morir allí en acción de guerra, culminando así un modelo de vida muy común en aquellas calendas.


Características de la edición

La metodología aplicada a la hora de editar el Viaje revela la pulcritud y diligencia ya demostrada por Ramón Clavijo y José López Romero en sus anteriores tareas de investigación. El tratamiento dado al texto de Jaque se atiene a las establecidas pautas de precisión, claridad y depuración. El objetivo de los editores ha sido proporcionar un texto instalado en ese juste milieu entre la más puntual exigencia científica y un grado notable de accesibilidad como consideración a los lectores no especializados. Ellos mismos explican, en la unidad correspondiente de la introducción, las operaciones ejecutadas al respecto: incorporación al manuscrito de Jerez de las adiciones del de Nueva York van entre corchetes; las adiciones jerezanas no incluidas en NY se indican entre paréntesis o corchetes angulares (< >); los cambios y variantes que no son supresiones ni adiciones en ambos manuscritos se muestran como notas a pie de página; modernización de la ortografía (salvo los nombres propios tanto de personas como topónimos); uso de números o letras para las cifras según el uso de Miguel de Jaque, etc. Las notas a pie de página informan sobre nombres geográficos que han cambiado de denominación, personajes históricos y expresiones y palabras arcaicas. Se adjuntan, además, 8 documentos cartográficos así como páginas facsímiles de los dos manuscritos del Viaje.

India quae orientalis dicitur, et insulae adiacentes. W. Blaeu, Amsterdam, 1643-1650

España y las Indias Orientales

En 1521, reinando Felipe II, Fernando de Magallanes, portugués al servicio de la corona española, descubre las islas Filipinas o Archipiélago de San Lázaro; pero será en 1565, por la intervención de Miguel López de Legazpi, cuando se consolide el estatuto colonial y se establezca en Cebú el primer asentamiento español. En 1571 tiene lugar la fundación de Manila por el propio Legazpi. A solis urtu usque ad Ocasum. Desde entonces se regulariza una ruta marítima que une dicha ciudad con Acapulco, es decir, el Galeón de Manila, también conocido como Nao de la China. Una de las mayores ventajas de aquel conjunto de islas (que pasarían a depender seguidamente del Virreinato de Nueva España) era su privilegiada situación en orden a las transacciones comerciales con el sudeste asiático. Es de destacar, en lo relativo a la acción colonizadora, el papel desempeñado por las órdenes religiosas, que se distinguieron por el incesante amparo prestado a los pobladores nativos. Franciscanos, dominicos y agustinos contribuyeron sobremanera a la extensión educativa con la erección de colegios y universidades. La influencia española se amplió a otras demarcaciones cercanas (sobre todo islas) como las Molucas (temporalmente Ternate y Tidore), Palaos, Guaján (Guam), las Carolinas y algunos otros enclaves. La presencia de España da cohesión y unidad a la amalgama étnica que vivía inmersa en continuos conflictos internos, aparte de impulsar un extraordinario desarrollo en todos los sectores: introducción de tecnología (la rueda, el arado); implantación de una red de infraestructuras (puertos, puentes, caminos); creación de núcleos urbanos y fomento del tráfico mercantil, que se elevó a cotas de gran relevancia. Desde el archipiélago, que fue promovido al rango de Capitanía General, los españoles mantuvieron contactos, no siempre pacíficos, con tierras del Asia continental: Camboya, Cochinchina, China, Laos, etc. El dominio español sobre las Filipinas concluyó, tras casi cuatro siglos, en 1898. A pesar de ello, el actual monarca de España ostenta de pleno derecho, entres sus muchos títulos, el de Rey de las Indias Orientales. [Imágenes: arriba, a la derecha, monumento a Miguel López de Legazpi en Cebú; abajo, a la izquierda, tumba de López de Legazpi en la iglesia de San Agustín de Manila (intramuros)]



El libro de Miguel de Jaque

El Viaje de las Indias Orientales y Occidentales puede ser leído como una auténtica novela de aventuras que de alguna forma, y teniendo en cuenta las oportunas disparidades en todos los sentidos, apunta hacia los ambientes que, siglos después, abordarán con singular maestría Stevenson y Conrad. Pero hay que resaltar, como hacen los editores de esta obra, que en ningún caso estamos ante un escrito de intención estética o valor literario. Jaque confecciona un discurso testifical, una crónica de sus peripecias, de las fortunas y adversidades que le deparan sus correrías por apartadas y exóticas regiones. Lo que está fuera de discusión es el interés histórico del documento y la interesante información que éste proporciona en tantos y variados terrenos: fauna, flora, costumbres, gastronomía, estructuras sociales, problemas políticos, navegación, registros geográficos y económicos, acción evangelizadora, urbanismo, minería, agricultura, etc. Y hay algo también que no admite dudas ni reparos: el logro por parte de Miguel de Jaque de un relato ágil y ameno, en un lenguaje sencillo, directo y con garra; una expresión sintética, selectiva y dotada de un sentido del ritmo conforme a los contenidos desarrollados. Todo ello, naturalmente, afectado por las inevitables limitaciones gramaticales y excesivas licencias idiomáticas propias de quien no es un experto narrador y mucho menos un escritor de oficio. No obstante dichas precariedades, la lectura de esta obra, al día de hoy, proporciona una experiencia sumamente gratificante. Desde el punto de vista ideológico, Jaque se halla plenamente imbuido de los conceptos sustanciales del absolutismo feudal y tridentino de los Habsburgo. Imperio y religión como sustrato de una homogeneidad político-espiritual que en España surtía de cohesión a una sociedad señorial, eclesiástica y campesina. El primer viaje del hidalgo de Ciudad Rodrigo, emprendido en 1592, concluye en 1598, año de la muerte de Felipe II. El viaje siguiente (desde 1599 hasta 1604 o 1606) discurre ya en el reinado de Felipe III. Todavía España ejercía la hegemonía mundial, pero el sistema venía ya exteriorizando síntomas de agotamiento. El proyecto de un Imperio Humanista según las pautas del erasmismo (racionalismo, tolerancia, libertad de crítica) había sido abortado. En los períodos 1558-1588 y 1598-1604 florece el fenómeno del arbitrismo. El término arbitrista servía para designar a todos aquellos que enviaban expedientes y solicitudes al rey avisando de los males del Estado y proponiendo fórmulas para corregirlos. Hubo de todo: desde analistas agudos y sensatos hasta iluminados expertos en los más tremendos disparates. Pero lo que se denunciaba en España era correcto: el hambre, los desequilibrios internos, la falta de trabajo, el derroche, la ausencia de iniciativa industrial, los excesivos gastos de guerra, etc. El oro y la plata de América pasaban de largo por España camino de una Europa industriosa y financiera. Como sentenciaban los versos de Quevedo: Nace en las Indias honrado, / donde el mundo le acompaña; / viene a morir en España, / y es en Génova enterrado. El avance de la burguesía española se colapsa a partir de mediados del XVI. Con Felipe III la decadencia irá acentuándose paulatinamente. Al año de su entronización comienzan a circular las monedas de cobre. De entre los arbitristas más lúcidos y técnicamente solventes, destaca Martín González de Cellorigo, quien, en su famoso memorial titulado De la política necesaria y útil restauración a la política de España y estados de ella, y desempeño universal de estos reinos (Valladolid, 1600) aseveraba con respecto al imperio español que “No parece sino que se han querido reducir estos reinos a un república de hombres encantados que vivan fuera del orden natural”. Carlos Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas e Iris M. Zavala, en el primer volumen de su Historia social de la literatura española (en lengua castellana), comentan sobre el libro de Cellorigo: “Lejos de inventarse quimeras y proponer soluciones frágiles, el vallisoletano presenta en hábil contrapunto todos los males de España: agricultura, economía, moneda, industria, desempleo, población, consumo. El suyo es un cuadro nítido de la decadencia de Castilla en el cual sorprende al lector actual su clara conciencia y la perspicacia con que percibe las contradicciones. Advierte que la falta de una burguesía hace que el reino oscile entre dos polos irreconciliables que desfavorecen el desarrollo”. [Imagen: Sesión del Concilio de Trento en Santa Maria Maggiore. Autor desconocido. Finales del s. XVII. Museo Diocesano Tridentino]



Retrato ecuestre de Felipe III. Diego Velázquez. Hacia 1633. Museo del Prado

El libro de Jaque (Dirigido a la Majestad del gran Rey de las Españas don Felipe Tercero de este nombre) se compone de tres partes bien diferenciadas. La primera, y la más extensa (desde el capítulo inicial hasta el 12), se ocupa del primer viaje a las Indias Orientales: desde su salida de Sanlúcar de Barrameda hasta las Filipinas, pasando por las Canarias, el Atlántico, México y el Pacífico. El regreso lo efectuaría atravesando el Índico hasta Omán y Yemen, para después bordear el continente africano y subir desde el cabo de Buena Esperanza hasta las Azores, y desde aquí a Lisboa, es decir, una vuelta al mundo. La segunda parte, que se integra también dentro del primer viaje (entre el capítulo 12 y el 16), se dedica fundamentalmente a las fortalezas que Portugal mantenía en zonas del extremo oriente y a las tareas de difusión del credo cristiano por aquellas lejanías. La tercera parte la constituye el segundo viaje del mirobrigense, esta vez a las Indias Occidentales: posesiones americanas de España y muy especialmente el reino del Pirú (Perú).

Los sucesos históricos reflejados en el primer viaje son muchos y complejos: la desafortunada expedición para conquistar las Molucas; las tribulaciones políticas en torno a los reinos de Camboya, Siam y Laos; la gesta heroica de la victoria obtenida por 50 españoles y 20 japoneses contra nada menos que 3.000 chinos; las nada cómodas relaciones con el Celeste Imperio; las insólitas guerras por el elefante blanco en la Cochinchina; el enconado acoso de Taycozama, emperador de Japón, en contra de los cristianos y tantos otros tumultos, disturbios y desbarajustes. Todo ello adobado con muchas curiosidades y muchos prodigios y sobresaltos cotidianos en aquellas naciones.

Río Mekong

Consignamos aquí algunas de estas inquietantes circunstancias recopiladas en las dos primeras partes del Viaje:

Las inauditas normas matrimoniales en las Islas Marianas (pp. 62-63).

La alimentación de algunos pueblos a base de monos y lagartos (p. 84), así como de hormigas (p. 106). Estos menús hoy apenas llama la atención.

El hábito del tirano Prabantal de Camboya de freír en aceite de coco a sus enemigos (p. 91). El rey de Achen mejoraba notablemente la receta añadiendo al sofrito la propia sangre de las víctimas (p. 131).


El invento del rey de Champa de mandar asesinar a los más borrachos de las fiestas (que incluían, ya de por sí, sacrificios humanos) y sacarles la hiel con la que se preparaba un óptimo fijador para sus largos cabellos (pp. 110-111).

La avidez de las mujeres camboyanas y cochinchinas por convertirse al cristianismo para así acabar con la poligamia (p. 134).

Los portentosos fenómenos que precedieron al martirio por crucifixión, decretado por el emperador japonés Taycozama, de varios sacerdotes católicos y diecisiete nipones conversos: “Pocos días antes que estos santos mártires fuesen crucificados, el dicho año de 1596, en el mes de julio, día de la gloriosa Magdalena, en Meacco (actual Kyoto) y otras ciudades del Japón circunvecinas a ésta, se vio caer todo aquel día a manera de lluvia ceniza envuelta en tierra tan colorada como sangre, en tanta cantidad que cubrió [los] tejados, casas y campos, y de melancolía y tristeza los corazones de los japones. Y asimismo se vio en estos reinos, este propio año, una cruz en el cielo de color de sangre de la hechura y forma de aquella en que fueron crucificados estos santos mártires. Y en la ciudad de Meacco, antes de su santo martirio, una imagen del glorioso padre San Francisco, que estaba en aquella ciudad en el convento de estos benditos frailes, sudó sangre, indicio claro y manifiesto pronóstico de la que su sagrada religión había de derramar en aquella iglesia de Japón.
En la ciudad de Usaca (Osaka) se cayeron los mejores y más suntuosos edificios que Taycozama, para muestra de su soberbia y grandeza, había hecho. Y también se cayeron muchas varelas, templos de los ídolos, adonde murieron más de veinte mil hombres, y de los palacios reales se cayó lo mejor de ellos y mató setenta mujeres de las más principales de Taycozama. Todo lo cual causó mucho temor y espanto a los gentiles, de los cuales se convirtieron más de veinte mil, y fue de mucha edificación para los cristianos” (pp.141-142).

Mártires de Nagasaki

Más castigos divinos y maravillas, esta vez en suelo chino: “En la gran China este propio año, en Panquin (Pekín), corte Hunteybesco, gran chino, llovió una lana áspera como cabellos, la cual duró muchos días, y al cabo de ellos cayó fuego del cielo y encendió la lana, y quemó gran parte de la ciudad y palacios del chino. Justo castigo venido de la mano de Dios para castigar naciones que son tan sodomitas como lo fueron los de Atam y Abiron” (p. 145).

Los pájaros celestes de la isla de Terrenate (Malucas), “que no se ven en la tierra sino después de muertos; los cuales no tienen pies y esta es la ocasión porque siempre andan en el aire o en árboles, que si en tierra caen no se pueden levantar; su sustento es mosquitos” (p. 148).

El misterioso reino de Pegu, cuyos habitantes descienden de una mujer y un perro, algo a lo que don Miguel no concede ninguna credibilidad (pp. 155-156).

Las profecías de santo Tomé (Tomás el apóstol), quien predijo la llegada de los europeos a la ciudad que lleva su nombre y que éstos predicarían lo que él entonces predicaba (p. 157).

Los árboles surrealistas de Goa, cuyas hojas se convierten en pescados cuando caen en el agua, y si caen en la arena se vuelven mariposas (p. 165).

El culto al Diablo en el reino de Aquen (India), justificado por sus oriundos (monoteístas) mediante el argumento de que si hay un solo Dios, que es bueno por esencia, no necesita de honras ya que es incapaz de hacer mal a nadie; pero sí se las dedican al Demonio “porque es ruin y hace mal; y porque no lo haga le honran y le hacen muchas varelas que son templos de sus pogodes” (p.167).

El terrible gusano de la isla de Ormus: “Hay en esta isla un gusano llamado deangaon, que si lo pasan por encima de un vaso, aunque no toque en el vino o agua que tuviere, muere luego el que la bebe” (p. 173).

La aparición de Mahoma en la ciudad de Mecha (La Meca) en el año 1596, de la que Miguel de Jaque tuvo noticia en Goa en el 97. En dicha comparecencia, el Profeta, en una escalofriante palinodia, reconoce haber instaurado una falsa secta y recomienda a sus adeptos seguir las enseñanzas de Jesucristo (pp. 178-179).


Francisco de Toledo, conde de Oropesa (1515-1584). Quinto virrey del Perú (1569-1581). Estableció las bases de lo que sería el sistema colonial del virreinato.

La exposición del segundo viaje de Jaque, sólo a las Indias Occidentales y empleado sobre todo en los reinos del Pirú, es más sucinta pero no por ello menos sugestiva. Eran territorios mucho más conocidos y con una administración colonial ya bastante consolidada. Aquí el autor se detiene en la intentona secesionista protagonizada por Juan Díez y Gonzalo de Cabrera en 1598 (dos años antes de la visita de Jaque), una reyerta que inspira a don Miguel ciertas reflexiones a propósito de los sueños de poder que algunos tuvieron en aquellas demarcaciones tan distantes de la metrópoli: sueños de crear reinos y Estados independientes de la Corona española. Y de cómo la decapitación era la medicina idónea para semejantes desafueros. Decapitaciones que, conviene advertir, también podían culminar, posteriormente, con las cabezas friéndose en una sartén en cuyo mango estuviera grabado el sello real. Cubre Jaque en su memorial, con particular atención, todo lo relativo a la industria minera concentrada en la villa imperial de Potosí. Refiere la apocalíptica erupción del volcán de las Ubinas: “Los vecinos de Arequipa, así españoles como indios y negros, tuvieron por cierto llegado su juicio final”. Y refiere los malogrados casamientos que allí hicieron él y su hermano Luis, quienes enviudaron en un tiempo récord (una semana el primero y un mes el segundo).



Grabado de Felipe Huamán Poma de Ayala representando a la Real Audiencia de Lima.


No faltan en los papeles de este nuevo traslado transoceánico peregrinas y fantásticas contingencias:

La perenne plaga de mosquitos que padece el pueblo de Santa, en los Llanos de Trujillo: “Tiene tantos mosquitos que a los que por allí pasan les parece que viven muriendo los españoles que en él asisten, los cuales no lo[s] sienten tanto como los pasajeros. Y es cosa maravillosa que con haber en este pueblo tantos mosquitos en las calles y casas, en la iglesia jamás se ha visto entrar ninguno” (p. 200).

Catedral de Cuzco.

El estremecedor episodio del demonio inca de Roma, que Miguel de Jaque oyó en varias localidades de la provincia del Collao: “Los españoles que asisten en estos pueblos, cuando quieren hacer correr a los indios de Paucarcolla (una de esas localidades) les dicen con que Marchayle y ellos propios se responden y dicen Paucarcolla Macure, dícenles estas palabras porque estando en Roma sacando a un hombre endemoniado los espíritus que tenía, aunque los sacerdotes les hablaban en varias lenguas no respondían, y acaso hallándose allí un español que sabía la lengua inca del Perú le habló en ella y dijo Cauque Marchayle que quiere decir ‹‹¿De dónde eres, amigo?››, el demonio que hasta entonces había estado mudo le respondió en la propia lengua ‹‹Paucarcolla Macure››, que quiere decir ‹‹de Paucarcolla, primo; de Paucarcolla›› (p. 206).


Casa de la Moneda de Potosí (Bolivia).

El milagro de la santa cruz de Carabuco, una cruz que los indios del pueblo del mismo nombre quisieron destruir por ser el emblema de los conquistadores: “tomaron aquella (la cruz) y la quisieron quemar y deshacer y no pudieron, y porque no viniese a su poder la echaron en la laguna con cantidad de piedras que con ella ataron, y con ser grande la cruz y de madera pesada, y con el peso que le pusieron no fue parte para que se fuera a pique, antes andaba encima del agua como si fuera [tan ligera como] una paja” (p. 207).

Grabado de Potosí (s. XVIII). Vista del Cerro Rico.

Habla Miguel de Jaque en esta parte de muchas villas y ciudades: Panamá, Quito, Cuzco y Potosí, destacando de ésta última su posición preeminente en la extracción de metales preciosos y las explotaciones mineras que allí estaban implantadas. Y habla “de las provincias de Tucumán, Chile, Paraguay y Buenos Aires; y asimismo [trata] de la tierra del Brasil y estrecho de Magallanes, y de cómo el autor acabó de ver todas las Indias, ‹‹Indias›› Orientales y Occidentales”.

Carlos Manuel lópez Ramos

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