miércoles, 18 de mayo de 2011

Carlos Manuel López Ramos: 'Utopía comparada'. Un libro sobre Jesús Fernández Palacios y José Ramón Ripoll







Carlos Manuel López Ramos: Utopía comparada. Dos poetas, dos poéticas. Jesús Fernández Palacios y José Ramón Ripoll, Poblicaciones del Sur, Jerez de la Frontera, 2010; 431 páginas.









SINOPSIS

Utopía comparada es un ensayo en el que Carlos Manuel López Ramos estudia los orígenes literarios y las respectivas obras poéticas de Jesús Fernández Palacios y José Ramón Ripoll. En esta obra se analizan, contextualmente, cuarenta años de dedicación a la poesía por parte de los mencionados autores, analizando, uno por uno, todos los libros publicados por ambos desde la década del setenta hasta 2010. Jesús Fernández Palacios y José Ramón Ripoll son dos poetas reconocidos que, tras haber realizado un valioso esfuerzo de producción, continúan su labor en el siempre complejo e incitante ámbito de la lírica.









FRAGMENTO DEL PRÓLOGO DE UTOPÍA COMPRADA A CARGO DE JOSÉ MANUEL CABALERO BONALD




“El corpus fundamental del libro lo ocupa el análisis textual de la obra poética de Ripoll y Fernández Palacios. Se trata de una lectura pormenorizada, metódica, de todos y cada uno de los libros de ambos poetas, desde La tarde en sus oficios de Ripoll y El ámbito del tigre de Fernández Palacios (ambos de 1978) hasta sus últimas obras publicadas. La eficacia de la interpretación depende obviamente de la agudeza del intérprete. Y tengo la impresión de que en esos comentarios de textos se filtra como un sistema innovador de ahondamiento en la poesía examinada, utilizando engarces de muy distinta procedencia, desde los filosóficos a los meramente circunstanciales, para tratar de situar más rigurosamente en sus coordenadas retóricas las claves de cada poema. Los estudios sobre la poesía española de las últimas décadas se ven ahora sustancialmente enriquecidos con estas valiosas aportaciones de Carlos Manuel López Ramos”.



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martes, 11 de enero de 2011

Josefa Parra: 'Alcoba del agua'.

El jurado sabía lo que hacía y acertó de pleno. Fue en 1995, cuando se le concedió a Josefa Parra el Premio Internacional de Poesía Loewe a la Creación Joven por un libro redondo: Elogio a la mala yerba. Siempre recordaré la lectura de este poemario como una experiencia feliz y reconfortante. Aquel Elogio me sorprendió con una fuerza inusitada. El panorama de la poesía española ya estaba en una fase de excesos editoriales causante de no pocos desconciertos. Una fase en la que ni la calidad ni la originalidad eran, precisamente, las características más generalizadas. Entonces fue cuando me conquistó el aticismo tan natural de la joven poeta jerezana.
Después de tan satisfactorio descubrimiento, me dediqué a seguirle a Josefa Parra la pista en sus andanzas literarias, y nunca me defraudó. Encontré la misma convicción en el trabajo del idioma, la voluntad de dominio en la forma, único camino hacia lo que se denomina voz propia, elemento sin el cual no estamos hablando de nada en materia de poesía, salvo de subproductos clónicos dentro de falsas y torpes catalogaciones.

En 2002 llegó a las librerías, con el sugerente y aliterativo título de Alcoba del agua, un nuevo libro de Pepa, publicado en Cádiz por Quórum Editores. El prólogo lo hizo ese buen poeta y buen amigo que es Luis García Montero, quien afirmaba en sus comentarios preliminares algo tan rotundo como que Alcoba del agua era "verdadera poesía", juicio con el que coincido sin vacilaciones. Y además decía Luis: "Una alcoba de agua en la que el presente se carga de
desapariciones y los recuerdos de bellas y dolorosas presencias", apuntando así hacia lo paradójico como una clave interpretativa de primer orden para estos poemas. Y luego, en esa misma línea, añadía el autor de Habitaciones separadas: "La sensualidad, como plenitud del presente, y la memoria son la geografía de una contradicción que nos da la vida". El aquí y ahora y lo que se fue para siempre. En Alcoba del agua, el cada vez más difícil tema del amor es asumido y asediado con todos los riesgos que le son inherentes, pero también con una energía que evita cualquier tentación de desplazamientos hacia socorridos y manoseados sentimentalismos. Y es que este libro se halla construido sobre unas firmes bases conceptuales y sobre una elaboración intensa y decidida del lenguaje, hasta alcanzar un excelente grado de depuración expresiva, una infrecuente eficacia en los enunciados donde cada palabra puede respirar en su propio espacio y, a la vez, moverse con entera libertad en su ámbito combinatorio. [Imagen de la derecha: Elementos de deporte (1927), de Maruja Mallo]

Alcoba del agua es un libro de imágenes muy maduradas, construidas con sabiduría, situadas con notable precisión y cargadas de elocuencia, sin concesiones a vanos tecnicismos meramente ornamentales; imágenes solventes que encajan con eficacia y claridad en los textos; imágenes, no obstante, de sobria lucidez que sirven para realzar el fondo de intimidad que da cohesión a la obra. En la lengua / un resto de naufragios y sirenas; o bien: delicioso extranjero / que habla lenguas angélicas en una cama impura; o bien: Por debajo del gozo respiran / los días del hastío futuro, serían algunos ejemplos. Mingún exceso. Ninguna sobrecarga. Está las imágenes que tiene que estar: imprescindibles, idóneas, sometidas a un criterio estricto.

Los cuerpos se palpan y, en esos roces carnales, la materia se hace objeto de avidez hasta un simbolismo de luces y de fuego: Sálvame con la luz que hay en tus dedos / si me tocan, conjura la desidia, / enciéndeme o abrásame en el tacto / esplendoroso y claro de tus manos ("I. Del tacto"). Una estructura anafórica transmite la intensidad emotiva del encuentro erótico y los ojos se convierten también en símbolo de la fuerza deseante: Para tos ojos. / Para tus ojos fieramente abiertos. / Para tus ojos fijos. / Para tus ojos con caudal de fiebre. / Para tus ojos grandes... ("III. De la vista"). La paradoja conduce a una visión dialéctica en la que se va fraguando la inquietante complejidad de la relación amorosa: Es hermoso el dolor, doloroso el deseo, / tú más hermoso aún, más hiriente por tanto, / y es hermoso tenerte entre sangre y saliva, / apretado y caliente, hambriento todavía ("De amor cortés"). Lo que queda es la fugaz iluminación del instante; ese instante de eternidad que cantó Gilbert Bécaud ("Un instant d'etérnité"): La piel de transparente se hace alma / que el sudor cristaliza, puramente / transfigurada; pero es sólo el tiempo / que tarda ese tirano de tu cuerpo / en hacerse notar en estampida ("No es amor"). En la poesía de Josefa Parra abundan las islas (siempre son las griegas) como espacios del paraíso. El mar, el verano, los tiempos y los lugares de una vigorosa totalidad: De la isla recuerdo las tardes junto al agua, / la libertad azul de los baños de junio, / aún frescas las orillas, y los pies temerosos. / Recuerdo la estación primeriza y pujante, / el levísimo olor de jazmines o rosas / tempranamente haciendo promesa del verano ("Recuerdo único"). El eros deviene poder y causa de la palingenesia: Te he creado, otro, a mi capricho, / más invisible y menos complicado, / y te he inventado casa y nombre propios, / secretísimo mío, para poder hallarte ("Alter Tu"). [A la izquierda: El espantapájaros (1929), de Maruja Mallo]

Hay además en Alcoba del agua una logradísima integración entre las distintas modalidades discursivas. Ingredientes narrativos, descritivos e intrspectivos se ajustan de tal manera que se consigue un perfecto ensamblaje cuyos resultados, unidos a una extensa gama de notas acústicas, dentro siempre de una neta y rica sencillez, configuran una dicción de gran fluidez y eufonía, algo a lo que también contribuye lo diáfano de un léxico, ennoblecido por el uso cotidiano, que se despliega a través de unos ritmos acentuales distribuidos con singular destreza. La empresa no era fácil, pero el producto es impecable. [Bajo estas líneas: Retrato de Nick Wilder (1966), de David Hockney]